He tenido la gran suerte de que
en mi vida me acompañaran grandes mujeres, desde mi madre y mi suegra, hasta
mis amigas del club de lectura o las compañeras de las asociaciones de mujeres
a la que pertenezco o con quienes colaboro. Sin embargo, hoy quiero hablaros de
una muy especial que solo los que me conocen saben hasta qué punto ha sido mi
referente: La filosofa malagueña María Zambrano.
Hace ya mucho, escribí un poema a
María Zambrano, el primero que dio origen a un poemario completo, A propósito de María, inspirado en su
vida y obra.
Acababa de descubrirla en varios artículos que hablaban
sobre ella en la revista “MERIDIAM”, que edita el “Instituto
Andaluz de la Mujer”.
Alguien al leer el poema me preguntó que qué
me había movido a escribir a tan excepcional mujer, y yo, sin
esperar aquella pregunta, contesté: su forma de entender
el papel de la mujer en esta sociedad patriarcal.
Había descubierto a
la “María niña”, que quiso ser cajita de música y que era alzada en brazos por su padre, para
que pudiera ver de cerca el limonero que había en el patio de su
casa de Vélez-Málaga, y que más
tarde viviría, según ella, la alegría más grande de su vida: el nacimiento
de su hermana Araceli.
Había descubierto a la “María
adolescente”, que quedaría inmersa en una profunda melancolía, al enamorarse
de su primo, su gran amor, al que tuvo que renunciar por la oposición
de su padre. A esa adolescente que formaba parte de aquellas muchachas que
no lo tuvieron nada fácil por el simple
hecho de haber tenido el atrevimiento de cursar estudios en cualquiera de los Institutos y Universidades
de España en aquella época.
Había descubierto a la “María
mujer” que deslumbraba con su belleza y sensualidad, comparadas por algunos
a la de Garbo o Dietrich, según pude leer en “Meridiam”,
pero también por su verbo y pensamiento consecuentes e
inteligentes.
Y había descubierto a la “María
filósofa” que veía en la yedra el símbolo de la esperanza para el ser humano.
Todas ellas son MARÍA, y “TODA”
ella me cautivó. Hizo remover en
mi ser, algunos sentimientos que se acercaban, sin saber por qué, a
las palabras que ella escribía, o decía por boca de la actriz que daba vida
a su persona en la película “María querida”.
Buscando obras suyas, y empecinada en encontrar algún poema por ella escrito,
me doy cuenta de que, en verdad, todo en ella es poesía. Desde la
definición que ella da a la ética de Baruch Spinoza, filósofo y teólogo
holandés que vivió en el siglo XVII, (”Diamante de pura luz”),
hasta
lo que ella dice del pensamiento en “Delirio y destino”:
El pensamiento es hacer respirable
el ambiente, liberar a los seres humanos de esa asfixia que
proviene de la falta de espacio interior cuando la conciencia se llena de
sombras, de incertidumbre, cuando la sombra de los demás y la nuestra misma ha hecho demasiado opaco ese
nuestro interior que es el primer
espacio en que nos movemos y somos.
Y hasta su modo de ver al hombre y a
la mujer:
“El hombre, es, pues, un animal idealista,
un animal que vive en un
mundo inventado, mientras la mujer se atiene a lo que hay, su sexo se liga con el cosmos, mientras
al hombre su sexo no le sirve apenas de nada sino de angustia, de
impulso infinito, infinito e insaciable”.
“La mujer ha bajado a este mundo.
Existe de veras, y él, el hombre, la encuentra con una realidad
propia, antagonista real liberada de la cárcel de los sueños.”
Hasta su total convencimiento
de que hay que superar la dialéctica
de
los géneros a base del protagonismo conjunto de la pareja:
“Esta tabla de categorías culmina
en la pareja humana, cuya unidad
es la verdadera protagonista de la historia”.
María Zambrano desarrollaría su
Razón Poética, una gran obra filosófica que no ha comenzado a reconocerse hasta
hace un par de décadas mientras permanecía a la sombra de la de su gran maestro
Ortega y Gasset:
Exploradora de un nuevo pensar, María
Zambrano tuvo que darse cuenta de lo que esto significaba, su doble atentado
por el hecho, además, de su condición femenina. Y con tener entre las manos el
gran aporte de su “razón vital”, dueño de propuestas que le hubieran permitido
trascender lo alcanzado, Ortega y Gasset prefirió no dar el gran paso hacia la
trasgresión (…) Y lo confirmó desde el día en que, ansiosa por que sus
pesquisas fueran aceptadas por él, puso en sus manos las páginas que en
definitiva avanzaban en pos de su independencia (…) objetividad era lo que le
faltaba, según le decían.
(Robles,
M. (2002). Mujeres del siglo XX. México: Fondo de Cultura económica).
Pero lo que más me ha
fascinado, es comprobar que nada es por casualidad. Retomé mis estudios porque
el conocerla a ella hizo que despertara en mí la necesidad de conocer y
aprender, y a lo largo de mis estudios del Grado de Educación Social he
descubierto que, además, María Zambrano participó del movimiento pedagógico
social de la época siendo una de las grandes promotoras del mismo y participando
y dirigiendo acciones de Educación Popular como las “Misiones Pedagógicas”, comprobando
que, además de las letras, a ambas nos unen el compromiso social. Precisamente
mi Trabajo fin de Grado lo dediqué a ella queriendo descubrir su pensamiento pedagógico para tomarlo
como referente para la Educación Social.
Si deseáis saber más sobre ella, podéis visitar la página web de la Fundación María Zambrano.